martes, 17 de febrero de 2009

LAS LECTURAS DE CORTÁZAR

Las lecturas de Cortázar
En Madrid, la Fundación Juan March expone el legado bibliográfico del escritor que fue donado por su viuda y albacea Aurora Bernárdez
Martes 10 de febrero de 2009 | 18:21 (hace 7 días)> Ver comentarios de lectores (0) Enviá tu comentarioImprimirEnviar por e-mailPublicar en tu sitioVotar (0)Ya votaste (0) CompartirLink permanente
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MADRID, (EFE).- Descubrir a un escritor como Cortázar a través de sus lecturas, de sus obras de referencia, de sus anotaciones y de sus subrayados es un trabajo apasionante que la Fundación Juan March de Madrid permite a través de la biblioteca del escritor, donada por su viuda y albacea Aurora Bernárdez en 1993.

"Es una manera de investigar su personalidad. Qué le interesaba a Cortázar. Se hacen al muchas tesis sobre Cortázar y a menudo recibimos a estudiantes que buscan aquí una de las pistas fundamentales para entenderle", explicó Paz Fernández, directora de las bibliotecas de la fundación.

La de Cortázar recoge los libros que el autor de "Bestiario" tenía en la casa donde murió el 12 de febrero de 1984 en París, donde se acumulaban los innumerables referentes que forjaron una sensibilidad y una morfología literaria únicas.

Con sus más de 4.300 piezas -entre libros y revistas-, esta biblioteca, que se esconde en los fondos de la fundación, es una aventura salteada similar a la que el escritor -nacido en Bruselas en 1914 de padres argentinos y nacionalizado francés en 1981.

Una rayuela de lecturas

Cortázar definió su vínculo con los libros propios y ajenos: "Desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas".

Se puede leer de seguido por orden alfabético desde el "Amadís de Gaula" hasta el "Ulises", de James Joyce. O se pueden rastrear las pasiones del genio, atento a la imagen -con libros de arte y cine, con mención para Groucho Marx-, la espiritualidad -varios Nuevos Testamentos, estudios sobre los vedas y el budismo-, la música -fanático del jazz- y la sexualidad -con textos de Sade.

Existe un recorrido marcado para el coleccionista: los lúdicos discos visuales de Octavio Paz, que giran y desvelan nuevas rimas; una edición curva de "Vrindaban", del mismo autor; "Cartas de un joven escritor", de Ernesto Sábato, con hojas de cartón grueso y envuelto en tela de saco, o la infinita combinación de versos sueltos de Raymond Queneau en "Cien mil millones de poemas".

Se puede seguir, si no, al lector minucioso que repasaba y desgastaba sus libros favoritos, los completaba y los desafiaba.

"íQué vulnerable es uno al despertar de esos sueños cuya apoteosis es la muerte!", subrayó en una edición de 1933 de "Opio", el libro de Jean Cocteau que marcaría su manera de escribir.

Uno puede detenerse también en la casilla del Cortázar más liviano. El que guarda una preciosa y antiquísima edición de "20.000 leguas de viaje submarino", de su admirado Julio Verne, al que descubrió de niño y al que homenajeó en su ensayo "La vuelta el día en ochenta mundos".

Las aventuras -con varias ediciones de "Robinson Crusoe" y un ejemplar de "El señor de los anillos"- y el género de novela de vampiros, casi todas ellas en edición de bolsillo de la editorial Penguin, tienen una sorprendente presencia en su biblioteca.

De ahí se puede pasar a la senda del Cortázar traductor. El que hizo las mejores ediciones en castellano de Edgar Allan Poe y reprochaba a André Breton introducir ideas aparentemente nuevas en el surrealismo tomadas, según Cortázar, del autor de "El péndulo de la muerte".

Y por supuesto, otra de las paradas obligatorias de la "Rayuela" la marca el círculo intelectual en el que se movía. Sus relaciones con Octavio Paz -con un "A Julio. Más cerca que lejos, en un allá que es siempre aquí" le dedicó el mexicano "Los hijos del limo"-, Onetti, Alejandra Pizarnik o Neruda, que siempre firmaba sus libros con tinta de rotulador verde.

Cortázar rubricaba sus libros. Primero como Julio Denis. Luego como Julio Cortázar. Los leía en varios idiomas: inglés, francés, castellano y alemán, y los coleccionaba en japonés, en hebreo, en ruso o incluso acumulaba poesía sánscrita.

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