martes, 7 de julio de 2009

Acerca del CNI
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR 07/07/2009


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Los servicios de inteligencia son una de las notas características de los Estados. Forman parte del diferencial que los distingue de otros núcleos de poder, aunque todos ellos mantienen la aspiración de dotarse de ellos como acabamos de ver en la Comunidad de Madrid, por poner sólo un ejemplo. Tienen antecedentes históricos muy lejanos y sus agentes fueron muy relevantes en los antiguos imperios, incluido el español.

CNI
(Centro Nacional de Inteligencia)

A FONDO
Sede: Madrid (España) Directivo: Félix Sanz Roldán (Director)



En el seno de la Unión Europea tienen especial prestigio los servicios secretos británicos.
Falta por escribir en buena parte su historia. Porque se ha progresado más en el conocimiento de los conflictos bélicos, desde la antigua China o la Grecia Antigua, pero mucho menos en la función decisiva que prestaron los servicios de inteligencia. Sabemos que en el seno de la Unión Europea tienen especial prestigio los servicios británicos, como tiene comprobado nuestro Javier Solana sobre cuya mesa de despacho compiten los informes procedentes de todos los países miembros.

Se trata en definitiva de que quienes están en el poder necesitan saber qué pasa al otro lado de la colina, como decía el duque de Wellington cuando guerreaba en la Peninsula's war, según recuerda Basil Liddel Hart en el admirable libro que publicó con ese título.

Los actuales servicios de inteligencia españoles, nuestro Centro Nacional de Inteligencia, tuvieron su primera versión democrática bajo el título de Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) que, a su vez, derivaba del Servicio Central de Documentación (SECED), fundado en 1972 bajo los auspicios del almirante Luis Carrero Blanco, sempiterno subsecretario de la Presidencia con el generalísimo Franco.

Su embrión fue una denominada Organización Contrasubversiva Nacional nacida en los años sesenta cuando toda disidencia obrera, universitaria o eclesiástica era englobada en la subversión como un sumando de la conspiración judeo-masónico-bolchevique contra España deseosa de tomarse la revancha de su derrota en la "Cruzada de Liberación".


Así que junto con los servicios del Alto Estado Mayor, el SECED fue punta de lanza en la lucha del régimen franquista contra los movimientos sindicales, en especial Comisiones Obreras, los universitarios y los de la Acción Católica progresista y se batió el cobre con éxito para que la jerarquía eclesiástica desautorizara la asamblea obispos-sacerdotes que pugnaba por terminar con el nacional-catolicismo.


Durante la guerra, en Burgos, dentro del cuartel general del generalísimo, el coronel Ungría había montado los primeros servicios de inteligencia de Franco. Y de su naturaleza puede darnos idea saber que sus tres ayudantes en esas tareas fueron Meliá, Banús y Peydró, cuyas trayectorias y prosperidades posteriores son bien conocidas.


El coronel Ungría, que fue el promotor del CESIBE, auguraba con anticipación que la "delación policial" adquiriría el prestigio de "aviso patriótico" y de esos augurios cumplidos está llena la posguerra española con la generalización del calificativo de "desafectos" al régimen propinado a tantos que pagaron ser estampillados con ese calificativo con increíble discriminación.


Pero a lo largo de toda esta escala retrospectiva pudo comprobarse también que nadie quedaba inmune después de acopiar suficiente información, sobre todo si era
información delicada que incluía detalles sobre las debilidades ajenas.

Estos servicios, en sus sucesivas encarnaciones, se nutrían siempre en exclusiva de militares, que se pensaban de estricta formación patriótica y probada disciplina, pero que en esas especiales condiciones acabaron generando un pensamiento alternativo propio e ideando, por nuestro bien, la Operación Lucero -consúltese al general Monzón- para garantizar que se evitarían violencias cuando acaeciera la muerte del general Franco. Previamente debió abrirse paso en sus cabecitas el convencimiento de que Franco era mortal y de que su régimen, como todo régimen personal, era de imposible prórroga más allá de la vida de su fundador.

Fue un momento relevante porque suponía renegar del movimiento continuo promulgado en la Ley de Principios Fundamentales. En todo caso, los militares reconvertidos en espías al conocer las flaquezas y corrupciones, primero de los franquistas y luego de los demócratas, acababan en un cierto desapego preguntándose si era para eso paro lo que se había hecho una guerra o logrado una democracia. Por eso, en ocasiones propendían a imaginar soluciones castrenses que pusieran fin a tales desmanes.

Pero de la estructura actual del Centro Nacional de Inteligencia, de su anterior director y del nuevo hablaremos el próximo día.

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