domingo, 29 de mayo de 2011

Vila Matas.

 

FRAGMENTO LITERARIO: Escrituras EL ÚLTIMO DOMINGO

Nos perdimos la revolución

ENRIQUE VILA-MATAS 29/05/2011
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Recuerdo la noche de finales de los sesenta en Barcelona en la que un conocido intelectual de aquella brillante generación de los Barral, Biedma y Marsé se obsesionó de pronto, apoyado en la barra de un famoso bar de la ciudad, en saber quién había inventado la palabra revolución.

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A la mañana siguiente, decidí buscar por mi cuenta al inventor de la palabra. Un libro, que me ha acompañado durante años y que me ha resultado siempre de una utilidad fantástica, Diccionario de símbolos, de Juan-Eduardo Cirlot, me echó oportunamente una mano y, gracias a él, pude saber que en realidad la revolución era tan antigua como el hombre. La entrada "revolcamiento" explicaba que el acto de revolcarse en el suelo, especialmente sobre el barro o agua pantanosa, formaba parte de la terapéutica primitiva universal y se hallaba también en prácticas mágicas, en las cuales el hombre necesitaba revolcarse en tierra para levantarse transformado en lobo.
En todos los casos (piénsese en las acampadas de la Spanishrevolution, por ejemplo, con su necesidad de vivir tan cerca del suelo), se supone que el contacto de la tierra favorece unas posibilidades latentes, sea en el cosmos, en el hombre o en su espíritu: el deseo de curación, de metamorfosis o de lluvia responde al anhelo general de inversión (trastornar un orden dado y sustituirlo por su opuesto). Revolcarse es, pues, uno de los actos sacrificiales que se considera que pueden provocar o facilitar la inversión, el cambio de circunstancias y de corriente vital.
En mi artículo Empobrecimiento del martes pasado, intenté darme un revolcón en medio del mismísimo fango de la Spanishrevolution, tan justamente crítica con el mundo de los políticos españoles. Precisamente porque las acampadas árabes de nuestras plazas son eminentemente críticas, pensé que ser crítico con nuestros revolucionarios (en aspectos como la tendencia, cada día mayor, a hablar como en los tuits) les podía sentar bien a todos, pues a fin de cuentas no hay mejores críticos que aquellos que entienden que es positivo que también se les critique a ellos. Pero no fue así. Empobrecimiento recibió adhesiones interesantes de gente que aprecio mucho, pero leí también tuits de desconocidos -algunos muy amables e inteligentes, y otros no tanto- que estaban en contra, enfadados. Lo curioso es que muchos no habían leído el artículo entero y tan sólo conocían la frase que EL PAÍS destacó del resto del artículo y en la que se hablaba de ciertos atentados de los tuits a la complejidad que siempre fue proverbial para leer el mundo. Las palabras tuits y atentado debieron de prender como una llama y el hecho es que de pronto no sé cuántos indignados comenzaron a protestar y al mismo tiempo a delatar, con sus palabras centradas exclusivamente en 17 palabras de mi artículo, que habían leído sólo la frase que el periódico, al separarla del contexto, había convertido en una especie de tuit mío. O sea que es verdad, me dije, que hay gente que sólo es ya capaz de percibir y de leer tuits.
Cuando opino de literatura, no muere nadie. Pero en cuanto hablo de un asunto más pantanoso y emito alguna opinión (ya se sabe que no son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas), se arma una buena jarana. Creo que, en todo caso, el otro día me equivoqué al generalizar porque, claro, hay tuiteadores muy interesantes también y un entramado de tuits puede alcanzar, después de todo, una apasionante complejidad. Pero el nivel de los acampados españoles parece el mismo que el de aquella articulista que habló hace una semana del movimiento de los indignados en términos de una cursilería sonrojante y no obtuvo más que aplausos masivos. ¡Cómo eché en falta a un Josep Pla ironizando acerca de esto y aquello: "La revolución sólo es un cambio de personal"!
Así están las cosas. Todo el mundo cree saberlo todo sobre fútbol o sobre tuits, pues lo consideran algo suyo e intocable. Si hablas de Henry James, todo es, en cambio, un remanso de paz. ¿No debería, al menos de vez en cuando, ser al revés? No sé, pero creo que si no se empieza por tener sentido crítico propio, mal irán las acampadas de nuestro doméstico ensayo español de revolución.
Cité en Empobrecimiento a Tony Judt y su impresionante libro El refugio de la memoria, y creo que es imprescindible que algunos acampados se tomen la molestia de acercarse a él, aunque sólo sea para conocer el origen de la palabra revolución, término para nosotros adscrito en realidad a la que consideramos la Revolución con mayúsculas, algo que (por lo de 1789, supongo) entendemos que sólo puede ser francés. Quizás por eso el famoso Mayo de nuestros vecinos nos pareció a todos "una revolución de verdad", una señora revolución, aunque Judt no llegó a verla ni siquiera como un revolcamiento, la vio, como máximo, como un revolcón de tercera categoría, sin fango siquiera: "Incluso entonces me resultaba difícil creer que debajo de los adoquines estuviera la playa y aún más que una comunidad de estudiantes descaradamente obsesionados con sus planes de viaje para el verano pretendiera seriamente derrocar al presidente De Gaulle y su V República".
Sea como fuere, dice Judt, al final no ocurrió nada y todos se volvieron a casa. Encima, la gente de su generación no cayó en la cuenta de que aquel mismo año del 68 hubo revoluciones más serias en Polonia y Checoslovaquia, aunque sólo fuera porque en esos países los jóvenes en lucha corrían peligro de expulsión, exilio y cárcel por sus ideas e ideales. Fueron los estudiantes rebeldes de Europa central quienes en aquel verano del 68 acabaron por minar, desacreditar y derrocar no sólo un par de deteriorados regímenes comunistas, sino también la idea misma del comunismo: "Protestamos contra las cosas que no nos gustaban, y estuvo bien que lo hiciéramos. Al menos desde nuestro punto de vista fuimos una generación revolucionaria. La lástima es que nos perdimos la revolución".
www.enriquevilamatas.com

Charles Ferguson

REPORTAJE: DOCUMENTAL POLÉMICO

"Ojalá haya más movimientos como el de España"

Charles Ferguson, ganador del Oscar con 'Inside job', el gran documental sobre la crisis, saluda la irrupción del movimiento 15-M y prepara un filme sobre la vida de Julian Assange

JOSEBA ELOLA 29/05/2011
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Charles Ferguson nos ayudó a comprender mejor la crisis financiera. Señaló con el dedo a sus responsables. Agitó. Se llevó un Oscar. Pero no vayamos a creer que Ferguson es un perroflauta. Es un millonario. Centrista. Liberal. Por mucho que salude movilizaciones como la del 15-M, el director de Inside job no es ningún revolucionario anticapitalista o antisistema. Eso sí, es un hombre que detesta a aquellos que se enriquecen de forma ilícita.

Tráiler de la película Inside Job

VIDEO - PREVIEWNETWORKS - 21-03-2011

Dirigida por CHARLES FERGUSON. Con Jane Birkin,Sergio Castellitto,André Marcon,Jacques Bonnaffé,Julie-Marie ParmentierVincent Lindon,Aure Atika,Sandrine Kiberlain,Jean-Marc Thibault,Bruno Lochet,Michelle GoddetElisabeth Shue,Adam Scott,Ving Rhames,Eli Roth,Jessica Szohr,Steven R. McQueenEmily Browning,Abbie Cornish,Jena Malone,Vanessa Hudgens,Jamie Chung,Carla GuginoMatt Damon,Daniel Alpert,William Ackman. Género: Documental. Año de producción: 2010. Distribuida por Sony Pictures - PREVIEWNETWORKS

"En EE UU deberíamos enfadarnos con nuestros líderes, empezar a pedir cambios y salir a la calle"
"Assange es un emprendedor tecnológico en un proyecto sin ánimo de lucro. Me apetece explorar su caso"
Inside job sigue haciendo ruido. El boca a boca sigue arrastrando semana a semana a espectadores a los cines. El documental, didáctico, esclarecedor, incisivo, convierte al clásico tiburón de Wall Street en pececillo de poca monta: Ferguson retrata al grupo de hombres que arruinaron a sabiendas las empresas que dirigían para poder engrosar su cuenta corriente particular; a los que vendieron humo sabiendo que vendían humo; a los que abogaron por una desregulación de los mercados que permitió que las burbujas siguieran flotando en el aire; a los que, con su particular ludopatía y desbocada avaricia, jugaron al Monopoly y arrastraron al mundo a una crisis que millones de personas humildes sufren hoy, cada día. Los ladrones de guante blanco no pagan sus penas con cárcel. Ya lo recordó Ferguson al subir a recoger su Oscar al mejor documental, el 27 de febrero de 2011, en el Kodak Theatre de Los Ángeles: "Disculpen, debo empezar señalando que tres años después de nuestra horrible crisis financiera, causada por un fraude masivo, ni un solo ejecutivo financiero ha ido a la cárcel, y eso está mal".

Inside job se estrenó en España en cinco salas. A las tres semanas ya estaba en 18. La recaudación se situaba el jueves, según Sony Pictures, en 419.021 euros. Más de 60.000 espectadores han visto esta película ajena al gran circuito comercial.
Ferguson, nacido hace 59 años en San Francisco, descuelga el teléfono en un agradable y confortable café de Nueva York. Le encanta trabajar en cafés. "Sí, sé que la película está yendo bien en España". Pronuncia palabras de hombre educado. Atiende solícito, y un tanto frío.
-¿Se considera usted un outsider?
-Bueno, estoy en el medio. Obviamente, soy un outsider para el mundo financiero. Pero ¡qué tipo de outsider puedes ser cuando acabas de ganar un Oscar!
Ferguson se ríe.

Su recorrido vital no es usual. De Silicon Valley a Hollywood, dos mundos que se tocan, pero lejanos.
Charles H. Ferguson es un matemático que se doctoró en Ciencias Políticas, se convirtió en empresario tecnológico y ha acabado destapando su vena de documentalista incisivo. Estudió matemáticas en la Universidad de Berkeley (California). Se doctoró en Ciencias Políticas en el prestigioso MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Y se lanzó a una carrera de consultor para distintas empresas tecnológicas, entre otras, Apple, Motorola y Texas Instruments. "Fue una etapa extremadamente interesante", cuenta. "Lo pasé muy bien la mayor parte del tiempo. Le dediqué gran parte de mi vida: me pagaban bien por pensar en cuestiones muy interesantes. Me gustó el sector de la tecnología: me encontré con gente muy lista, extremadamente individualista, muchas veces algo excéntrica... Acabé decidiendo que no quería dedicar toda mi vida a eso, pero no lamento haber pasado por ello, disfruté. Encontré muchos outsiders ambiciosos. Es habitual ver cómo la ambición en muchos casos se orienta hacia el negocio privado. Pero hay otros emprendedores que hacen cosas por el bien común".

Ese es uno de los motivos que le ha llevado a interesarse por la vida de Julian Assange. "WikiLeaks es una start up [empresa nueva] , Assange es un emprendedor tecnológico, y su proyecto es sin ánimo de lucro. Es un mundo que me resulta familiar y que me apeteció explorar". Tras ganar su Oscar al mejor documental con Inside job, Ferguson prepara ahora para la cadena de televisión norteamericana HBO el largometraje (de ficción; no se trata de un documental) sobre la figura de Assange: "Todavía no he podido hablar con él, esto está empezando". El cineasta norteamericano dice que el líder de WikiLeaks le recuerda a otros grandes emprendedores en el mundo de la tecnología: "Gente como Steve Jobs y Bill Gates tienen en común con Assange que todos abandonaron los estudios pronto. Es algo muy común entre hackers y emprendedores tecnológicos. Empiezan sus estudios, sienten que no encajan, estudiar les parece aburrido, lento. Lo dejan".
En 1994, tras trabajar como consultor de empresas punteras, así como para el Departamento de Defensa norteamericano y la Casa Blanca, Ferguson decidió fundar su propia empresa, Vermeer Technologies. La aventura no pudo ser más exitosa: punto en marcha Front Page, una herramienta para desarrollar sitios web, y dos años después de arrancar, en 1996, se la vendió a Microsoft por más de 133 millones de dólares (unos 93 millones de euros). Bingo.

A partir de ese momento, se dedicó a la investigación académica y a escribir libros.

Andaba Ferguson desnortado, allá por el año 2004, cuando una noche, según relató The New York Times, cenó con un reportero de la revista New Yorker que le contó lo que realmente estaba pasando en Afganistán. Describió un panorama de lo que ocurría muy distinto al que la Administración de Bush vendía a la opinión pública. En vez de narrar la historia a través de los soldados, apostó por entrevistar a los altos cargos cercanos a los que organizaron la invasión. Una fórmula que, en cierto modo, repetiría con Inside job: preguntar a la élite para desenmascararla. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su adjunto Paul D. Wolfowitz salieron trasquilados de No end no sight, documental que pagó de su bolsillo (dos millones de dólares) y con el que se llevó el premio especial del jurado del Festival de Sundance.

Lo siguiente fue enfocar la mirilla hacia el sector financiero. Y apuntar de nuevo hacia arriba, intentar llegar hasta la élite. Ferguson somete a los entrevistados a auténticos interrogatorios, pone al villano contra las cuerdas; solo que, en su caso, el villano no es de ficción, sino de carne y hueso, va trajeado, lleva corbata y puede ser un estafador. Más de uno queda en evidencia ante las cámaras.

-Ha debido de hacer grandes amigos en el sector financiero...
-Bueno, curiosa y sorprendentemente, hay dos partes en el mundo financiero, y a una de ellas la película le ha gustado. Por ejemplo, a Jamie Dimon, de JP Morgan; o a William C. Dudley, que fue economista jefe en la Reserva Federal.

- ¿Ha oído usted hablar de las movilizaciones que se han producido en España? La plataforma que las convocó, Democracia Real Ya, lo hizo con el siguiente lema: "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros".

-Sí he oído hablar de ello. Es complicado responder, no conozco bien la actual situación en España. Lo que está claro es que Europa occidental, y en particular los países del sur, están teniendo grandes problemas, políticos y económicos. En cierto modo, han sido explotados por el sector financiero y por su liderazgo político.

-¿Cree que crecerán este tipo de movimientos civiles pidiendo grandes reformas?

-Sin duda, ojalá haya más movimientos como el de España. El 21% de paro que hay en su país seguro que influye en que la gente reaccione; y diciendo esto no quiero restar valor al movimiento. En Estados Unidos ha habido muy poca reacción ante lo que, según nuestros estándares, es un problema económico muy serio: el paro oficial ronda el 10%, pero la cifra no oficial está en torno al 15%, es muy alta; más el problema de las hipotecas. Y siendo así, ¿cuántas protestas se escuchan en Estados Unidos?: muy pocas. ¿Y cuánto cambio político ha habido?: muy poco. Me sorprende y me decepciona. No sé qué pasará con las protestas en España y otros países europeos, pero espero que salga algo bueno de todo ello.

-De su película se deduce que el Gobierno de Estados Unidos está controlado por Wall Street y que seguimos en manos de los que provocaron la crisis. En estas condiciones, ¿qué podemos esperar?
-Desafortunadamente, somos muchos los que estamos inquietos, incluida mucha gente del sector financiero, que no lo dice públicamente -bueno, algunos sí lo hacen-. Algunas personas muy bien situadas y muy ricas del sector financiero me han dicho que en 10 años podría volver a ocurrir lo mismo. Probablemente no pasará mañana, porque el recuerdo de lo ocurrido aún está fresco. Pero puede volver a ocurrir.

-¿Y qué deberíamos hacer?
-Pues deberíamos enfadarnos con nuestros líderes y empezar a pedir cambios, salir a la calle. Me gustaría ver eso en Estados Unidos.
Ferguson dice que su película no ha conseguido todo lo que él desearía, pero que sí ha tenido algunas consecuencias directas. El Gobierno ha anunciado que va a investigar a los responsables de la crisis, dice. Las facultades norteamericanas de ciencias económicas, a las que acusa en el documental de connivencia con el sector financiero, están intentando resolver sus conflictos de intereses.

Del caso del expresidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, uno de los hombres que mejor parados salen de su documental, dice que no le extrañaría que todo obedezca a una trampa política. Sobre la eliminación de Bin Laden prefiere no opinar.

El hombre que ha sacudido mentes con su película considera que su país ha entrado en una peligrosa deriva en los últimos 30 años hacia una creciente desigualdad, hacia el florecimiento de fortunas desproporcionadas conseguidas por medios desprovistos de toda ética. Dicho lo cual, se considera, básicamente, un centrista. "Yo creo que los mercados y los negocios pueden desempeñar un papel productivo y constructivo en el mundo; yo vi eso en el mundo de la tecnología".

El emprendedor que viajó de Silicon Valley al Sundance y de ahí a Hollywood termina la conversación con un alegato parecido al que compartió con aquellos que le vieron recoger el Oscar. "Creo que los que hacen cantidades ingentes de dinero con actividades fraudulentas que desembocan en una gigantesca crisis financiera y en una recesión deberían ser castigados por ello". -