Respetable Logia Simbolica Centauro Numero 9-96
R.·. E.·. A.·. A.·.EL LENGUAJE SIMBOLICO
Es lo atemporal de la iniciación masónica, lo que desde lo más profundo del hombre otorga al lenguaje simbólico el papel central que este lenguaje desempeña en el método masónico. El descubrimiento de este lenguaje y de su virtualidad “arqui-tectónica” forma parte esencial del descubrimiento de la iniciación.
La fuerza del lenguaje simbólico reside, en masonería, en su eficacia para involucrar, para co-implicar, que diría Andrés Ortiz-Osés, al interprete. Lo define meridianamente, y con carácter general Garagalza: ”
El poder de persuasión y de convicción del símbolo estriba, precisamente, en que a través de la imagen se vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropológica, vital, en la que se ve implicado el intérprete. En el momento de la interpretación, el sujeto debe aportar su propio imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido, y debe atender a las “resonancias”, a los “ecos” afectivos que en el se despiertan, acontecen.
La iniciación masónica nos pone en contacto con una forma de lenguaje que nos es ordinariamente desconocido y frente al que nos colocamos, en un primer momento, con prevención, y asombro. No es sino paulatinamente que comenzamos a descubrir el valor de una forma tan particular de comunicación que es al mismo tiempo comunión y juego, en el sentido en que se utiliza esta expresión tanto en francés como en ingles: “jouer,ó, to play”, es decir interpretación musical.
Esta múltiple función del símbolo, y su plasticidad hacen que su contenido no quede nunca definitivamente explicado, y que nosotros mismos vayamos descubriendo diferentes niveles de sugerencias en cada uno de ellos, no digamos nada sobre el efecto multiplicador que tiene el efecto cruzado de interpretaciones en el interior de cada logia, y como a través de ese juego vamos profundizando en nuestro propio conocimiento y además en la co-implicación permanente de los hermanos de la logia. En palabras de del maestro Gilbert Durand: ” El símbolo no pertenece al dominio de la semiología, sino a la jurisdicción de una semántica especial, es decir que más que poseer un artificialmente dado, detenta un esencial y espontáneo poder de resonancia.
En el interior de la logia se produce un reparto de tiempos, un doble juego de planos: de un lado, el nivel de comunicación verbal, lineal, en régimen diurno, solar, poniendo en acción nuestro hemisferio celebral derecho, permitiendo el uso de herramientas de razón, en un trabajo que hace de la logia un verdadero taller de análisis y pensamiento, de otro lado el nivel de comunicación simbólica, el régimen nocturno, lunar, gestual, esférico, poniendo en acción nuestro hemisferio cerebral izquierdo, permitiendo que la logia sea un verdadero templo, un lugar de evocaciones e invocaciones, un espacio mítico.
Son de aplicación también es este caso las palabras de Gilbert Durand: Mito seria, ”un sistema de símbolos y arquetipos, un sistema dinámico que tiende a formar un relato. El mito es ya un esbozo de racionalización que utiliza el hilo del discurso, en el cual el símbolo se vuelven palabras y los arquetipos ideas”. (Gilbert Durand, “Les Estructures Antropologiques de L’ Imaginaire”).
No quiero decir que todos y cada uno de aquellos que pasan por el trance de la iniciación lleguen a percibir del mismo modo el efecto del simbolismo masónico, desde luego mi experiencia personal no me permite llegar a afirmar eso, por el contrario es muy posible que una cierta frigidez para la retórica simbólica haga que para muchos, tanto el rito como el símbolo no sea sino una simple y repetida alegoría. Pero aun así esa virtualidad semántica del ritual masónico esta siempre presente, en el peor de los casos virtualmente, y no es raro el supuesto que de que sea después de un largo periodo de exposición que uno de nosotros llega repentinamente a sentir esa fuerza evocadora, y a despertar su dormida capacidad de creación simbólica.
No quisiera incurrir en un excesivo academicismo en la presentación de esta cuestión, que no tiene, en última instancia y en este contexto, sino una finalidad práctica, pero no quiero desaprovechar las múltiples aportaciones que con carácter general han venido haciéndose del mundo académico en relación con el simbolismo, una materia que ha despertado la curiosidad de la Universidad en tiempo relativamente reciente y que tiene, a mi juicio en el ámbito del País Vasco autores especialmente valiosos, así Andrés Ortiz-Osés define con maestría esa especial virtualidad del lenguaje simbólico: “El símbolo -condensación de energía psíquica- no es, pues algo meramente decorativo o ilusorio, ni los arquetipos -condensación del símbolo- sueños vanos. Símbolos y arquetipos constituyen, condensados a su vez en mitos, el lenguaje inconsciente de la Humanidad y, así, la urdimbre de nuestras actitudes fundamentales ante la vida” (axiologia).
En ese sentido, la tipología simbólica de los mitos representa en clave “trópica” (figurada) los “pattern of behaviour”, o pautas y matrices del comportamiento colectivo, accediendo a través de su imaginería a las estructuras profundas de nuestra psique, así como a la experiencia metafísica del hombre en su mundo.
Otro de los factores que caracterizan al símbolo de acuerdo con las investigaciones de antropólogos, semiólogos y filósofos y que puede predicarse con plena validez del simbolismo masónico es su “pregnancia”. Se trata de una característica a la que nos hemos referido también denominándola su capacidad evocadora: “El símbolo no se caracteriza ya porque el significante sustituya a un significado previamente delimitado y conocido, sino porque a través de la figura se manifiesta un sentido.”
Entre el significante y el significado hay ahora una pregnancia, una homogeneidad, o un cierto “aire de familia”: ambos quedan vinculados entre si en virtud de una similitud interna que les cohesiona. Después de todo lo dicho no cabrá duda de que, al menos la aproximación a la masonería que vengo a proponer es tributaria de las ideas de la llamada escuela de ERANOS surgida a raíz de las iniciativas de C. G. Jung.
No se trata por supuesto de que la masonería asuma una posición de escuela, sino que desde ni punto de vista y atendiendo mi propia experiencia personal entiendo que es en esa línea de pensamiento donde encuentro las palabras y las mejores herramientas conceptuales para explicar el sentido del método masónico, permitiéndome incluso integrar en el conjunto aquella otra faz del mismo método filial del racionalismo critico clásico.
En definitiva, me atrevo a decir, que de una manera, quizá fragmentaria y solo a medias consciente la masonería especulativa surgida en 1717 y su posterior elaboración, vino a descubrir “avant la pàge” la hermenéutica jungiana. En todo caso, sea cual sea la fundamentación teórica que podamos dar al simbolismo masónico, entiendo que se trata de una interpretación del hombre, del ser humano, (quizás incluso del ser a secas), como una realidad hecha de contrarios en tensión como, una unidad-en-diferencia (A. Ortiz-Osés).
No es casualidad que sea el dios Hermes una de las denominaciones mas comunes entre las logias (En la Gran Logia Simbólica Española) v.g.: Logia Hermes Tolerancia (Madrid), Logia Hermes amistad (Valladolid). Es Hermes el dios del lenguaje, el mediador, el intermediario entre los dioses y los hombres, dios del comercio, del intercambio, del transito, representado por el mercurio, un mineral que no es ni liquido ni sólido sino extrañamente fluido y espeso, dividido en su esencia, ni joven ni adulto: adolescente.
La adquisición de un nivel determinado de competencia simbólica, es decir la capacidad de comprender como los símbolos en general actúan sobre nosotros, crea en el iniciado una capacidad defensiva y critica frente a los diferentes mecanismos de acción simbólica. Esto le permite ser más libre y más consciente en sus relaciones con los diferentes simbolismos a los que se encuentra expuesto en su vida ordinaria: en el seno de su confesión religiosa, en la sociedad civil, en relación con el poder político, en las relaciones interpersonales…. La aceptación de la condición humana como una condición simbólica y la experimentación personal y consciente sobre el simbolismo masónico nos permite comprender la virtualidad de cualquier simbolismo.
Haciendo uso de una terminología informática a la que la mayoría hemos tenido ya acceso, podemos comprender la eficiencia de los símbolos de un modo análogo a la de los “iconos” en los sistemas informáticos de “ventana”: son formas que nos permiten activar sentimientos y pautas de comportamiento, verdaderas “corrientes internas” de energía que podemos hacer jugar en nuestro favor y evitar que otros teledirijan desde fuera de nosotros mismos. Nuestro mundo interior vendría a ser una especie, por supuesto complejísima, de software, en el que se equilibran sentimientos, ideas, pulsiones, querencias, complejos…. si somos capaces de entender el lenguaje metafórico de ese mundo podremos iluminarlo y construir en medio de el, un hogar acogedor, un “sancta sanctorum” una verdadera morada para nuestro héroe interior. La iniciación masónica pretende hacernos alcanzar esa competencia simbólica.
martes, 7 de julio de 2009
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