En Praga vivió el Johannes Faust real y también el Fausto legendario que vendió su alma al diablo
[14-10-2006] Por Eva Manethová
Sonido 16kb/s ~ 32kb/s La leyenda del doctor Fausto que vendió su alma al demonio Mefistófeles a cambio de la capacidad ilimitada de conocer los más recónditos enigmas del Universo nació en Alemania en el siglo XVI. En Praga vivió un personaje real llamado Johannes Faust y la leyenda relacionó a la capital checa también con el doctor Fausto mítico.
El mito del doctor Fausto, que se remonta al siglo XVI, reflejaba el estado de ánimo reinante en aquella época en que la Humanidad empezó a sacudirse el austero orden medieval e investigar los secretos de la Naturaleza y del Universo.
Quienes despejaban el camino de la Ciencia eran considerados como personas vinculadas por un pacto al diablo, y nigromantes. Éste es el origen del mito del doctor Fausto.
Algunos historiadores afirman que de modelo para la creación de la figura del doctor Fausto sirvió Paracelso, astrólogo, alqumista y conocedor de la cábala, que vivió entre 1493 y 1541.
El sacerdote protestante Johan Gast escribió en 1587 el Primer Libro sobre Fausto. El autor sostenía que lo había conocido personalmente. Poco tiempo después apareció en la biblioteca del duque de Coburgo, en Passau, un libro titulado "Magia innaturalis", firmado por un tal Doctor Johannis Faust. El tratado, profusamente ilustrado, y que resumía la demonología y la magia, despertó una considerable atención e incentivó la imaginación de los escritores.
Seguidamente presentó la historia del doctor Fausto el dramaturgo inglés Christopher Marlowe.
Éste se acercaba en muchos aspectos al protagonista de su drama ya que afirmaba, según el testimonio de los contemporáneos, que algunos actos atribuidos al poder divino podían ser realizados también por los humanos.
La Casa de Fausto
El célebre pedagogo y sacerdote de la Unión de los Hermanos Checos, Juan Amos Comenio, hace referencia, en su tratado "Didactica Magna", a un enigmático hombre llamado Juan Fausto a quien atribuye el invento de la imprenta, que denomina "el arte negro".
El mito del doctor Fausto lanzó sus raíces también en Bohemia.Y no fue sólo por la cercanía de Alemania donde la leyenda había nacido.
Antes de que apareciera el primer libro sobre Fausto del sacerdote protestante Johan Gast, en la capital checa Praga residió un personaje real llamado Johannes Faust. Este sabio alemán vivió entre 1480 y 1540.Viajó mucho por Baviera, Palatinado y Sajonia, y en la última etapa de su vida se estableció en Praga donde también fallecería.
Su casa estaba situada en la calle Melantrich, en la Ciudad Vieja de Praga, y después de su demolición la fantasía popular convertiría en la Casa de Fausto un edificio de la Plaza de Carlos, en la Ciudad Nueva de Praga.
La Casa de Fausto, situada en el ángulo sur de la Plaza de Carlos, atraía siempre singular atención. El edificio debe en realidad su legendario nombre al hecho de haber sido habitado por personas que se dedicaban a la alquimia. En el siglo XIV se alzaba en el solar una residencia perteneciente a los príncipes de Opava. Uno de los nobles de esa estirpe se interesaba por las ciencias naturales.
En 1590 adquirió la casa el famoso alquimista de la corte de Rodolfo II, Eduardo Kelley. En 1724 la heredó de su padre Josef Mladota de Solopysky, gran aficionado a la alquimia y la mecánica. A Mladota le gustaba adquirir o construir diversos aparatos con los que divertía a sus invitados A los visitantes les causaban asombro las figuras que se movían así como la escalera mecánica.
Los sucesivos dueños de la casa eran considerados nigromantes y por eso no extraña que la imaginación popular situara en ella la leyenda sobre el doctor Fausto que vendió su alma al diablo, sellando el pacto con su propia sangre. El edificio ganó la inmortalidad gracias a las "Viejas Leyendas Checas" del escritor Alois Jirásek.
"Aquella vetusta casa se alzaba en un lugar denominado Na Skalce, en uno de los extremos del Mercado del Ganado, frente al convento Na Slovanech. Nadie la habitaba desde hacía mucho tiempo y por eso tenía un aspecto destartalado y sombrío. El tejado, antaño rojo, se había ennegrecido; los muros se descascaron; los cristales opacos a causa del polvo y lluvias, y llenos de telarañas, parecían ciegos. La pesada puerta de roble, guarnecida con macizos clavos de hierro, y el postigo nunca se abrían y nadie se detenía delante de ellos para llamar con la aldaba primorosamente labrada".
Así describe Alois Jirásek la Casa de Fausto en la que vagaba el espíritu de su dueño al que se había llevado el diabo, dejando un agujero en el techo del dormitorio de Fausto que jamás podía taparse.
Ningún inquilino se atrevió a alojarse en la Casa de Fausto. Hasta que una noche otoñal cuando aullaba el viento, un estudiante indigente tuvo la osadía de penetrar en la casa.
Mientras la lluvia azotaba los cristales, pasó en la Casa de Fausto la noche y no se le apareció ningún espíritu. Por la mañana recorrió todas las estancias. Por una escalera que se plegaba automáticamente, subió a una sala llena de libros y de instrumental alquimista. Debajo de unos pergaminos encontró un cuenco de mármol con una moneda de plata.
El joven se compró comida y regresó a la Casa de Fausto más tranquilo. En los días siguientes se puso a leer los libros que había en la sala a la que se llegaba por la escalera plegable. Ya casi no iba a la universidad.
El estudiante se atrevió incluso a dormir en el lecho del doctor Fausto en el dormitorio donde el joven había encontrado vestigios de la lucha entre el sabio y el demonio: sillas volcadas, almohadas despedazadas y un agujero en el techo. El muchacho lo tapó con una alfombra. También se enfrascó en la lectura del libro nicromántico que halló abierto en el suelo.
El estudiante ya no estaba sumido en la pobreza ya que todos los días encontraba en el cuenco de mármol una moneda de plata. Pero esto ya no le bastaba para la vida disipada que llevaba. Una noche prometió a sus compañeros que traería oro. Sin embargo, nadie volvió a ver al joven estudiante. Cuando algunos de sus compañeros más audaces vencieron su miedo y penetraron en la Casa de Fausto, encontraron en el dormitorio la cama deshecha, los trajes hechos jirones, el viejo libro nigromántico despedazado.
La alfombra con la que el joven había tapado el agujero del techo, yacía destrozada en el suelo; en los bordes del agujero se veían manchas de sangre fresca.Todos se santiguaron y huyeron atropelladamente de la Casa de Fausto, horrorizados por la espantosa muerte de su compañero.
Éste probablemente llamó con ayuda del libro nigromántico al diablo y el demonio se lo llevó como había hecho con el doctor Fausto, narra la leyenda. Lo curioso es que hasta ahora aparecen en el lugar del legendario agujero enigmáticas manchas y en la Casa de Fausto sigue respirándose una sombría atmósfera.
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