viernes, 24 de abril de 2009

Antonio Sebastián Álvarez de Toledo, segundo marqués de Mancera





Antonio Sebastián Álvarez de Toledo, segundo marqués de Mancera (1608-1715), administrador colonial y político español, virrey de la Nueva España (1664-1673).

Viajó a América cuando su padre, el primer marqués de Mancera, Pedro Álvarez de Toledo y Leiva, fue nombrado virrey de Perú en 1639.

Regresó a España, donde fungió como mayordomo de la reina y embajador en Venecia y Alemania. Distinguido marino, fue general de galeras en el Perú y capitán general de la Armada del Mar Océano. En 1663, Felipe IV lo nombró virrey de la Nueva España, con reserva del Consejo de Indias, que desconfiaba de su mala salud. Durante su gobierno, corsarios ingleses, comandados por el pirata Davis, asediaron la Florida, saqueando y arruinando la plaza de San Agustín, lo que motivó que reorganizara la Armada de Barlovento, auxiliando a los expedicionarios españoles, empresa en la que no escatimó recursos. Promovió nuevas expediciones a California. Como buen estratega, organizó una flota que acudió a apoyar a los españoles que luchaban en las Antillas y en todo el Caribe contra piratas ingleses, franceses y holandeses.

También apoyó con recursos del erario las obras de la catedral, que vieron terminado su decorado interior en 1666. Aunque estos gastos casi vaciaron las Cajas Reales de México, no desistió en sus proyectos. Mantuvo en orden a los funcionarios virreinales, atacando la corrupción y conteniendo posibles sublevaciones de alcaldes y regidores. Atendió al buen gobierno de las Filipinas y suspendió las obras de desagüe de la ciudad de México.

Debido al éxito de su gobierno, el cargo de virrey le fue prorrogado en dos ocasiones; sin embargo, tuvo que renunciar a éste por encontrarse enfermo, y salió de México en 1674. Planeó su regreso a España y, recién iniciado el trayecto, falleció su esposa en Tepeaca (Puebla), donde tuvo que sepultarla. A su llegada a Madrid, pronto formó parte de los grupos políticos de la corte regia. Tras el fallecimiento de Carlos II, tomó partido por la sucesión acordada en el testamento de dicho monarca, lo que le valió que el Borbón Felipe V le incluyera en su gobierno en 1703.

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