viernes, 1 de mayo de 2009

Política y poesía por Juan Ramón Jiménez

Política y poesía‹ - › | 27 de Marzo de 2007 ≈ 10:19 |

Por Juan Ramón Jiménez

El político debe ser el más fino, el más psicólogo, el más justo de todos los profesionales.


La belleza con la verdad son los grandes asuntos de nuestro mundo. Todo depende de ellas. Y si los políticos pudieran poseerlas cumplidamente, todo lo harían mejor. Yo creo que el político debe ser tan poético como el poeta político. Político no quiere decir más que hombre de sociedad, y poeta, hombre de soledad. Pero la soledad y la sociedad son vasos comunicantes.

La vocación poética no puede alterarse por nada que ocurra en este mundo en que vivimos, puesto que ella es un gran remedio, y los remedios no se alteran nunca si lo son de veras; porque el mundo es siempre el mismo también, y todo ha pasado ya y muchas veces. Un poeta es un hombre y anda entre los hombres. Yo no hago la diferencia platónica del poeta nocivo para la república.

Siempre acudí a todo llamado social, di mi firma a cuantos documentos públicos me parecieron justos y escribí sobre política con mi conciencia alerta. Desde 1936 he publicado más sobre guerra y paz, derechos y deberes, que sobre poesía; y mucha más prosa que verso. Quiero decir que no porque haya guerra dejará nadie de escribir lo que se le ocurra, que, sea lo que sea, irá siempre teñido de la sombra o la luz del momento.

¿Dejará nadie de mirar a la naturaleza eterna porque haya guerra total o parcial? Al contrario, esa mirada puede llevar a la paz más que los discursos en edificios cerrados contra lo elemental.

Escribir poesía comunista o fascista, o lo que sea, y como programa o proclama, no lo considero necesario ni conveniente. En último caso, esa poesía será posible como consecuencia de una idea ya vivida y en el propio país del poeta. Yo, hombre, tomaré siempre el partido que me dicten mi pensamiento y mi sentimiento y obraré con arreglo a lo que considere mi deber; pero repito, y lo repetiré siempre, que yo soy libre y envolvente, y que estoy por encima, por debajo y por los costados de todas las izquierdas y todas las derechas de todas las políticas del mundo.

En otra ocasión he dicho, y ahora lo vuelvo a decir, que si un político o un general o un almirante o un químico leyeran todas las mañanas un poema de Shakespeare, de San Juan de la Cruz, de Goethe, y todas las noches otro de Dante, de Leopardi, de Fray Luis de León, sus decisiones serían bien diferentes.

El político, como otro profesional cualquiera, un médico, un abogado, un ingeniero, etc., y más que todos ellos, porque ha de administrar países enteros, no grupos y lados de personas como los otros administran, debe estudiar una carrera universitaria política que debiera figurar en todas las universidades, y que abarque todas las vocaciones en un grado suficiente. Debe ponerse en contacto con su pueblo, todo su pueblo, desde joven y viajar cuanto pueda durante toda su vida. Es decir, debe ser hombre de su patria tanto como de todo el mundo.

Pensemos siempre que el político es un administrador de cuerpos y de espíritus, lo he dicho muchas veces; de pan y agua como de ideas y sentimientos. Debe ser, pues, el más fino, el más psicólogo, el más justo de todos los profesionales. Y no es necesario añadir que el grupo de consejeros que lo rodee debe representar lo más alto que pueda ofrecer su país en todas las disciplinas.

Juan Ramón Jiménez

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