domingo, 11 de enero de 2009

Un ligero temblor en el ala - Dan Dalutz

12 de enero, 2009 - Lluís Bassets

Un ligero temblor en el ala


Cuando le preguntaron que sintió al bombardear una casa en la franja de Gaza el piloto de la fuerza aérea israelí Dan Dalutz respondió con una frase que ya ha quedado para los anales de la infamia: “un ligero temblor en el ala”. Esto no ha sucedido ahora. Fue hace ya muchos años. La franja de Gaza es una zona de guerra desde 1948 y allí la muerte campa por sus respetos como en pocos lugares del mundo.
Lo cuenta con prosa concisa y grave en su editorial de ayer, y con idéntico título que el de este texto, el diario Haaretz, cuya lectura no debiera perderse nadie de quienes quieren observar y analizar sin orejeras lo que está haciendo el ejército israelí con el millón y medio de palestinos encerrados en la cárcel de Gaza junto a las milicias terroristas de Hamas.

Dan Halutz llegó a ser el jefe del Estado Mayor de las IDF (Fuerzas de defensa de Israel) desde 2005 hasta 2007 y la dirección de la ofensiva contra Líbano de verano de 2006 fue enteramente obra suya.

El editorialista de Haaretz no evoca su controvertida figura para criticarla: este capítulo está ya agotado, sino para hacer algo mucho más difícil para un diario; difícil y además admirable: criticar a la opinión pública israelí, a muchos de sus lectores en definitiva. Así dice la frase del editorial: “Si hace unos años produjo indignación pública el bombardeo de una casa de Gaza y la declaración del entonces piloto y jefe del Estado Mayor Dan Halutz, que dijo haber sentido una ‘ligero temblor en el ala’ cuando bombardeó la casa, hoy la respuesta es la indiferencia e incluso la satisfacción ante el daño sufrido por los palestinos”.

Una de las novedades que ha aportado esta nueva crisis bélica es un retorcimiento más del lenguaje militar, que invade los medios de comunicación y lanza nubes tóxicas entre nosotros y la realidad.

Digo lenguaje militar pero no me refiero únicamente a lo que dicen los militares: los profesionales de las armas más bien no dicen nada, hacen y encargan a otros, con frecuencia diplomáticos, políticos, periodistas, intelectuales, para que hagan la parte ‘limpia’ del trabajo sucio, que consiste en ocultar la verdad. Y por más argumentos defensivos y ofensivos, reflexiones históricas o teológicas, razonamientos honestos o intimidatorios que se nos plantee, la verdad desnuda y cruel es que los civiles están muriendo a puñados (la mitad de los 800 muertos contabilizados hasta ayer son civiles y la mitad de los civiles son mujeres y niños) y que no hay fuerza humana o divina que pueda justificarlo ni perdonarlo.

Esta novedad es la que Haaretz ha sabido recoger con extraordinaria agudeza moral al denunciar cómo muchos descendientes de víctimas y supervivientes del Holocausto (no todos, por fortuna, empezando por muchos colaboradores y lectores de Haaretz) acogen las matanzas de Gaza con la misma indiferencia con que los europeos permitimos hace casi 70 años el exterminio de seis millones de nuestros conciudadanos.

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